lunes, 29 de agosto de 2011

Oscuros.

Helston, Inglaterra. 
Septiembre de 1854.

Al filo de la medianoche acabó de dar forma a los ojos. Tenían una mirada felina, entre atrevida y confusa, desconcertante. Sí, aquellos eran sus ojos, coronados por una frente fina y elegante, a pocos centímetros de una cascada de cabello negro. 
Alejó un poco el papel para valorar sus progresos. Era difícil dibujarla sin tenerla delante, pero, por otra parte, nunca habría podido hacerlo en su presencia. Porque desde que llegó a Londres (no, desde la primera vez que la vio) había procurado guardar siempre las distancias. Pero ella cada día se le acercaba más, y a él cada día le resultaba más difícil resistirse. Por eso iba a marcharse por la mañana, a la India, a América, no lo sabía ni le importaba, porque en cualquier otro lugar las cosas serían más fáciles que allí.
Se inclinó de nuevo sobre el dibujo y suspiró, mientras difuminaba con el pulgar el carboncillo para perfeccionar el mohín del carnoso labio inferior. Ese trozo de papel inerte no era más que un impostor cruel, pero también la única forma de poder llevársela consigo.
Luego, irguiéndose en la silla tapizada en cuero de la biblioteca, sintió aquel roce cálido y familiar en la nuca.
Era ella.
Su sola proximidad le proporcionaba una sensación extraordinaria, como el calor que desprende un tronco cuando se resquebraja en la chimenea y va reduciéndose a cenizas. Lo sabía sin tener que volverse: ella estaba allí. Escondió el retrato entre el fajo de papeles que tenía en el regazo; de ella, sin embargo, no iba a poder esconderse tan fácilmente.
Miró hacia el sofá de color marfil que había al fondo del salón, donde apenas unas horas antes ella, con un vestido de seda rosa y algo rezagada de los demás invitados, se había levantado súbitamente para aplaudir a la hija mayor del anfitrión, que acababa de interpretar una pieza al clavicordio de forma magistral. Miró hacia el otro lado de la estancia, al mismo lugar donde el día anterior se le había acercado sigilosamente con un ramo de peonías salvajes en las manos. Ella aún creía que la atracción que sentía por él era inocente, que el hecho de que se encontraran tan a menudo bajo la pérgola era solo... una feliz coincidencia. ¡Había sido tan ingenua! Pese a ello, él nunca la sacaría de su error: solo él debía cargar con el peso del secreto.
Se levantó, dejó los bocetos en la silla de cuero y se dio media vuelta. Y allí estaba ella, apoyada contra la cortina de terciopelo escarlata con un sencillo vestido blanco. El pelo se le había destrenzado, y su mirada era la misma que él había esbozado tantas veces, pero sus mejillas parecían arder. ¿Estaba enfadada? ¿Avergonzada? Ansiaba saberlo, pero no podía preguntárselo.
-¿Qué haces aquí?
Captó la aspereza involuntaria de su propia voz y lamentó que ella nunca fuera a comprender a qué se debía.
-No... no podía dormir -balbució ella mientras se dirigía hacia la chimenea y la silla-. He visto que había luz en tu habitación y luego... - vaciló antes de acabar la frase y bajó la mirada hacia sus manos-. Tu baúl en la puerta. ¿Te vas a alguna parte?
-Iba a decírtelo... -se interrumpió.
No debía mentir. Nunca había pretendido que ella conociera sus planes. Decírselo solo empeoraría las cosas, y ya había dejado que llegaran demasiado lejos con la esperanza de que en esta ocasión fuera diferente. 
Ella se le acercó un poco más y reparó en el cuaderno de bocetos.
-¿Estabas dibujándome?
El tono sorprendido de la pregunta le recordó que vivían en mundos separados por un abismo. Pese a todo el tiempo que habían pasado juntos en las últimas semanas, ella aún no había llegado a vislumbrar por qué, en verdad, se atraían el uno al otro.
Aquello era, cuando menos, lo mejor que podía hacer. Durante los últimos días, desde que decidió marcharse, había intentado distanciarse de ella, pero el esfuerzo le cansaba tanto que, cuando se encontraba a solas, tenía que rendirse al deseo reprimido de dibujarla. Había llenado las páginas del cuaderno con esbozos de su cuello arqueado, su clavícula de mármol, el abismo negro de su cabello. Se volvió para mirar de nuevo el retrato, no porque le avergonzara que lo hubiera sorprendido dibujándola, sino por un motivo peor. 
Sintió que un escalofrío le recorría todo el cuerpo al advertir que lo que ella había descubierto -lo que él realmente sentía- acabaría con ella. Tendría que haber sido más cuidadoso: siempre empezaba así.
-Leche templada con una cucharita de melaza -murmuró, todavía de espaldas a ella. Luego añadió con un deje de tristeza-: Te ayudará a dormir.
-¿Cómo lo sabes? Vaya, es justo lo que mi madre acostumbraba...
-Lo sé - dijo, dándose la vuelta para mirarla. Su asombro no le extrañó, pero no podía explicarle cómo lo sabía, ni confesarle cuántas veces él mismo le había dado aquel brebaje cuando las sombras se acercaban a ellos, y cómo luego la había abrazado hasta sentir que se dormía en sus brazos.
Cuando su mano le tocó el hombro tuvo la impresión de que le quemaba a través de la camisa y se quedó boquiabierto. Nunca antes se habían tocado en esta vida, y el primer contacto siempre le dejaba sin aliento.
-Contéstame -susurró ella.- ¿Vas a marcharte?
-Sí.
-Entonces llévame contigo -le espetó.
Justo en ese instante ella se dio cuenta de que contenía la respiración y se arrepentía de lo que acababa de decir. Notó cómo la progresión de sus emociones se manifestaba en la arruga que se le formaba entre los ojos: iba a sentirse impulsiva, desconcertada y luego avergonzada de su propio atrevimiento. Siempre hacía lo mismo, y demasiadas veces él había cometido el error de consolarla.
-No -musitó. Porque recordaba... Siempre recordaba.- Mi barco zarpa mañana. Si de verdad te importo no digas ni una sola palabra más.
-Que si me importas - repitió ella como para sí.- Yo te...
-No lo digas.
-Tengo que hacerlo. Te... Te quiero, de eso no tengo la menor duda, y si te vas...
-Si me voy tu vida estará a salvo.
Lo dijo poco a poco, intentando llegar a algún rincón de ella capaz de recordar algo. ¿O acaso no guardaba ninguno de esos recuerdos, acaso éstos permanecían enterrados en alguna parte?
-Hay cosas más importantes que el amor. No lo entenderías, pero tienes que confiar en mí.
Su mirada se clavó en la de él. Retrocedió un paso y se cruzó de brazos. Aquello también era culpa de él: siempre que le hablaba con condescendencia provocaba que emergiera su lado más rebelde.
-¿Me estás diciendo que hay cosas más importantes que esto? - le preguntó con tono desafiante, al tiempo que le cogía las manos y se las llevaba al corazón.
¡Oh, cómo deseaba ser ella y no saber qué era lo que venía a continuación! O, al menos, ser más fuerte de lo que era y no dejarla avanzar un paso más. Si no la detenía, ella nunca aprendería y el pasado volvería a repetirse, torturándolos una y otra vez.
Aquel conocido calor de la piel bajo sus manos le hizo inclinar la cabeza hacia atrás y gemir: intentaba obviar cuán cerca estaba de ella, cuán irresistible era la sensación que le producía el roce de sus labios, cuán doloroso le resultaba que todo aquello tuviera que acabar.
Pero ella le acariciaba los dedos con tal suavidad... Incluso podía percibir los latidos de su corazón a través del fino vestido de algodón. 
Sí, ella tenía razón: no había nada más importante que aquello. Nunca lo había habido. Estaba a punto de darse por vencido y abrazarla, cuando, de repente, notó que ella lo miraba como si estuviera viendo un fantasma. Lo apartó de sí y se llevó una mano a la frente.
-Qué sensación más extraña... -suspiró.
Oh, no. ¿Era ya demasiado tarde?
Sus ojos se entornaron hasta adoptar la forma de los que él había dibujado. Entonces se le acercó de nuevo con las manos en el pecho y los labios separados, expectante.
-Creerás que estoy loca, pero juraría que esto ya lo he vivido antes...
Sí, realmente era demasiado tarde. Alzó la vista, temblando, y empezó a percibir cómo la oscuridad descendía. Aprovechó la última oportunidad para abrazarla, para estrecharla entre sus brazos con fuerza, como había deseado hacer desde hacía semanas. 
En el instante en que sus labios se fundieron ya no hubo nada que hacer; ya no podían resistirse. El sabor a madreselva de su boca provocó en él una sensación de mareo. Cuanto más la estrechaba contra sí, más se le revolvía el estómago por la emoción y la agonía del momento. Sus lenguas se tocaron y el fuego estalló entre ambos, refulgiendo con cada caricia, con cada nuevo descubrimiento... aunque, en realidad, nada de todo aquello fuera nuevo.
La habitación tembló, y alrededor de ambos empezó a formarse un aura. Ella no advirtió nada, no se dio cuenta de nada, nada existía más allá del beso. Solo él sabía lo que iba a ocurrir, qué oscuras compañías estaban a punto de interrumpir su velada. Aunque una vez más fuera incapaz de alterar el curso de sus vidas, sabía lo que iba a ocurrir.
Las sombras empezaron a arremolinarse sobre sus cabezas, tan cerca que él podría haberlas tocado, tan cerca que se preguntó si alcanzaría a oír lo que susurraban. Observó cómo la nube pasaba frente a la cara de ella: por un instante, en sus ojos vio un destello de reconocimiento.
Después ya no hubo nada. Nada en absoluto.

lunes, 22 de agosto de 2011

:)

Aquí os dejo mi canción favorita de ahora, la que no paro de cantar y cantar.
La escuché Bittersweet Spell, y desde entonces no me la puedo quitar de la cabeza!!
Es... preciosa, y además la peli de Querido John me encantó también.



"Been up all night, staring at you
Wondering what's on your mind
I've been this way with so many before 
But this feels like the first time
You want the sunrise to go back to bed
I want to make you laugh


Mess up my bed with me 
Kick off the covers I'm waiting
Every word you say I think I should write down
Don't want to forget come daylight


Happy to lay here
Just happy to be here
I'm happy to know you
Play me a song, your newest one
Please leave your taste on my tongue
Paperweight on my back
Cover me like a blanket


Mess up my bed with me
Kick off the covers I'm waiting
Every word you say I think I should write down
Don't want to forget come daylight


And no need to worry that's wasting time
And no need to wonder what's been on my mind
It's you, it's you, it's you

Every word you say I think I should write down
Don't want to forget come daylight
I give up I let you win
You win 'cause I'm not counting

You made it back to sleep again
Wonder what you're dreaming"

viernes, 19 de agosto de 2011

Los sinsueño.

Bueno, el otro día estuve organizándome todos los apuntes del año pasado (es decir, tirándolos a la basura), y encontré esta redacción que tuve que hacer para la clase de Lengua. En realidad no es una redacción, es una historia que tuvimos que inventar y en la que tenían que aparecer una serie de palabras. La verdad es que me esforcé mucho al escribirla, así que aquí os la dejo y espero que os guste :)

----------------------------------------------------
Frío. Tenia frío. Podía sentir la nieve bajo mi cuerpo. Podía sentir como el hielo adormecía mis manos y mis pies descalzos. Tiritaba.
<<Un desfile de vestidos giraba a mi alrededor: seda, terciopelo, gasa... Las faldas se deslizaban por el suelo en susurros y volaban alrededor de las señoritas de estrecha cintura cuando éstas giraban. Y yo me encontraba en el centro. La música sonaba desde el fondo de la sala, y los bailarines se movían a su compás. Yo bailaba y bailaba, me sujetaban manos de hombres cuyos rostros no reconocía. Pero eso no me importaba. Yo sonreía y seguía bailando, pasando de unos brazos a otros. Entonces lo sentí, sentí su mirada clavada en mis movimientos. "¿Dónde estás?"-me pregunté. "Aquí."-dijo una voz en mi cabeza. Me giré rápidamente y sin querer choqué contra una pareja que seguía bailando. "¿Dónde?" La música paró y todas las personas presentes se me quedaron mirando. "Aquí". Yo estaba muy confusa y no paraba de mirar a mi alrededor, pero no conseguía encontrarle. "Estoy aquí, Diana. Búscame." Entonces puede distinguir sus ojos azules entre la multitud. Esos ojos azules con los que había soñado tantas veces: profundos, misterios, inalcanzables... La clase de ojos que tienen los príncipes en las pesadillas. "Búscame...">>
Frío, otra vez. Fue lo que me despertó. Pero aún así no conseguía abrir los ojos. Quería volver a mi sueño y no preocuparme más de lo que pasara en este mundo congelado, no quería volver a ver un invierno. Pero el viento helado me recordó que aquí el invierno nunca acaba.
Abrí los ojos y me costó un rato acostumbrarme a la luz. Todo a mi alrededor era un paisaje blanco.
-¿Qué estoy haciendo aquí? -me pregunté.
Cuando me puse de pie me di cuenta de que llevaba puesto un vestido de seda escarlata, que nunca había visto antes. Miré a mi alrededor para ver si veía mi abrigo, mi bufanda y mis guantes, tres prendas indispensables aquí en Lorrenville, donde es invierno todo el año. Como no los localicé, empecé a andar.
Mis pies descalzos se hundían en la nieve, pero yo intentaba no pensar en cuantos grados bajo cero haría. Seguí caminando durante varias horas y me paré a descansar cuando divisé una especia de planta en la lejanía. Me acerqué, pero las hojas estaban llenas de escarcha, no se podía aprovechar. Alcé la mirada y, para mi asombro, vi un enorme castillo de hielo al otro lado de la colina. Me quedé impresionada: cada torre, cada puerta, cada ventana, había sido tallada con todos los detalles en el hielo. Decidí acercarme, y antes de que llegara a tocar la puerta, ésta se abrió y un mayordomo con traje me invitó a entrar diciendo:
-Bienvenida, la estábamos esperando.
En el interior del castillo hacía una temperatura tan agradable que se me olvidó todo el frío que había pasado para llegar allí. Me adelanté unos pasos y entré por una puerta enorme que daba al salón de baile.
-Imposible -pensé. Todo era igual que en mi sueño: los vestidos, las máscaras, la música... Y ese sentimiento de felicidad también seguía ahí, y fue el que me hizo empezar a bailar.
"Diana..."-dijo una voz en mi cabeza. "Tú... ¿También estás aquí?"-pregunté. "Sí, Diana. Me has encontrado." Entonces sus ojos azules volvieron a aparecer entre la gente, pero yo no paré de bailar. Los ojos se acercaron y pude distinguir su rostro por primera vez: era alto, rubio, con el pelo medianamente largo y con esos ojos... Caminaba despacio, pero con paso decidido, y se incorporó al grupo de baile. Yo no podía dejar de mirarle, estaba impaciente por bailar con él. Entonces hicimos cambio de pareja y sentí sus fuertes brazos sujetando mi mano y mi espalda. Lo seguí mirando y sonreí.
-¿Es esto un sueño? -le pregunté, sonriendo.
-Lo es -respondió.-En estos momentos es tu sueño, pero pronto será el mío.
-¿Cómo? -le miré con cara de aturdimiento.
-¿Es que todavía no lo entiendes? Eres una sinsueños. Como no puedes soñar, haces que las personas reales nos convirtamos en tus sueños. Y en tus pesadillas. Pero eso se puede arreglar.
Sacó un cuchillo de su chaqueta y todos los invitados dejaron de bailar. Sin que yo me lo esperara, me clavó el cuchillo en el corazón y caí al suelo.
-A partir de ahora tú serás nuestro sueño -dijo, mirándome con sus ojos azules.
La música volvió a sonar y los invitados siguieron bailando. Sentía la sangre caliente corriendo por mi cuerpo, pero en el corazón tenía frío. Un frío distinto al que sentía pisando la nieve. Un frío que precedía a la muerte.
Frío. Tenía frío.


jueves, 18 de agosto de 2011

Una buena noche.

Ven, cariño. Acércate. Sabes desde hace rato que quiero verte de cerca, conocerte mejor. LLevas toda la noche sin despegar tu mirada de mí, y no es casualidad que cuando nuestros ojos se han encontrado yo haya sonreído.
Sí, así cariño. Ven a bailar y déjate llevar por nada en especial. Cógeme por la cintura y no alejes tu cuerpo del mío. Deja que los pies sigan su propio ritmo, y que nuestros corazones corran sin destino. Mírame a los ojos y déjate conquistar por mi sonrisa pícara, mientras yo miro tus labios con deseo. Olvida a esos amigos con los que has venido, que miran y se ríen, aunque en realidad están pensando: "Qué suerte tiene ese tío."
Sí, cariño, acércate más y más. No quiero pasar frío esta noche. Sí, tienes razón, cógeme de la mano y vayamos a algún lugar más apartado. En el que estemos solos, tú y yo. Vamos a jugar. Calla, no digas nada y déjate guiar por el deseo, por la pasión.
Sí, cariño, llegó el momento, te dejaré hacerlo. Así que apoya tus labios en los míos y bésame. Bésame una y otra vez. Y ahora baja por el cuello, y haz que los escalofríos me recorran todo el cuerpo. Y ahora es tu turno. Estremécete mientras deslizo mis manos por debajo de tu camiseta. Mientras te sigo besando.
Enredaré mis dedos en tu pelo y me dejaré llevar. Vamos a improvisar este juego de dos. Tú, yo y la pasión. Sigue y sigue, quiero llegar a más. Acaríciame y hagamos cualquier cosa, mañana cuando estemos sobrios no nos importará. No hace falta que te acuerdes de mi nombre, yo ni siquiera sé el tuyo.
Así que sigue y sigue, memoriza el sabor de mis labios, el movimiento de mi lengua. Nunca probarás nada igual.
Bésame, bésame, bésame.
Pero, oh, ¿qué pasa? Son mis amigas, que ya me echan de menos. Juntos vamos de vuelta a la fiesta, al ambiente. La gente nos mira mientras nosotros vamos de la mano, pero estamos demasiado borrachos como para darnos cuenta. Llegamos al centro y te miro a los ojos. Me acerco despacio y deposito un beso suave en tu mejilla. Y ahora otra sonrisa pícara. Me alejo y me reúno con mis amigas, y tú haces lo propio con los tuyos.
Me giro y te giras. Sonrío y sonríes.
Sí, cariño. Una buena noche.

miércoles, 17 de agosto de 2011

The only exception.

When I was younger I saw my daddy cry and cursed at the wind. He broke his own Heart and I watched, as he tried to reassemble it. And my mamma swore that she would never let herself forget. And that was the day that I promised I'd never sing of LOVE if it does not exist.

But darling you are the only exception, you are the only exception, you are the only exception, you are the only exception.

Maybe I know somewhere deep in my soul that love never lasts. And we've got to find other ways to make it alone, or keep a straight face. And I've always lived like this, keeping a comfortable distance. And up until now I had sworn to myself that I'm content with loneliness. 


'Cause none of it was ever worth the risk, but 
you are the only exception, you are the only exception, you are the only exception, you are the only exception.



                                                     -Paramore.


"Ese fue el día en el que prometí que nunca cantaría sobre el amor si no esxiste de verdad."

martes, 16 de agosto de 2011

Moulin Rouge.

"The greatest thing you'll ever learn is just to love and be loved in return." 




Truth. Beauty. Freedom. LOVE.


Acabo de ver esta película, y sinceramente, no he parado de llorar. Habla sobre el amor. El amor que salta todos los obstáculos.
"Pase lo que pase, te amaré hasta el fin de mis días."
Y sobretodo enseña que el amor verdadero no se puede ocultar.
Es un musical, y mezcla muchas de las canciones más famosas de la historia. Pero lo importante no son las canciones, sino sus letras, su significado.
Una banda sonora perfecta. Una película genial.


Verdad, belleza, libertad y amor.